noviembre 24, 2011

Realidad

Noche tan inspiradora como tu aroma. La fragancia que día a día dejas en mí cuando te alejas. La marca de tus besos sobre mi cuerpo y cada uno de los minutos que nos damos. Las miradas de complicidad y las caricias prohibidas que se escapan de nuestras manos de vez en vez.
Cada parte de mi ser está contigo. Se va, se aleja con cada respiro y no desea regresar a mí. Nuevos planes, sueños e ilusiones. Promesas de amantes que fallecen al segundo siguiente en que se emiten. Pero que con la misma fugacidad se renuevan.
La esperanza de un mañana que no existe pero que se desea construir. Efímeras pretensiones de eternidad que parecen hacerse realidad con cada suspiro.
Tres semanas, veintiún días. La desoladora imagen se atraviesa inevitablemente por mi mente. Parece querer dejarme un sabor amargo en la boca para regresarme a la realidad. Pero la única realidad eres tú.
Tú y esa esquina verde.
Tú y tus manos.
Tú y lo que nos ha pasado.
Tú. Con las promesas, los anhelos y cada palabra que escribimos. Con nuestra ingenua forma de amar, la sensación de ese primer beso durante el reencuentro que sabe al primero de nuestras vidas y cada nueva historia que nos inventamos.
Lo más simple y lo más confuso. Lo más transparente y lo más sombrío. La dialéctica perfecta que converge en un «tú» y en un «yo».

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