marzo 07, 2012

Tras el ángel apocalíptico

El insomnio se ha vuelto su amigo y compañero. Hace noches que la aleja de los brazos de Morfeo y la deja en un terreno inestable, lleno de sombras largas y días grises. 

¿Encontrar la salida? Imposible. La luz que anuncia el amanecer se ha prolongado más de lo debido, cada segundo parece no haber transcurrido y la cuenta regresiva no se aproxima a cero.

Rodeada de sus miedos e inseguridades —que despertaron de su letargo tras la llegada de uno de los ángeles del Apocalipsis— se para frente al espejo y no ve mas que el reflejo de todo aquello de lo que ha escapado varios años.

Tras la imagen de mujer modelo, el espejo le muestra que sus miedos no han hecho más que aislarla del resto. Que la soledad es la única constante en su vida. Que, en realidad, es una de las tantas constantes del hombre. Junto a ella, cada uno de los miedos aparece. Con sus respectivas distorsiones.

La falsa imagen de realidad que ella posee la lleva a los extremos. Falsa porque eso dicen los demás. Aunque ella está segura —y siempre lo ha estado— de que no se equivoca. Los espejos no mienten.

Pero ya no busca ser comprendida, la palabra autocompasión se internó en su mente y halló lugar junto a sus emociones. Eso le evita ser la niña mimada y caprichosa, que busca su autoafirmación a través de los demás.

Ella en un universo paralelo donde puede ser princesa de cuentos de hadas sin el temor de tener que ser algo que no es.
Ella contra el mundo.
Ella y su espejo mágico.

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