octubre 04, 2011

Fue


Caminar solos no tenía sentido. Habían pasado meses desde su último beso. Fingían vivir felices sin reflejarse en los ojos del otro, sin el calor que sólo sus brazos tenían.
La esperanza del reencuentro había muerto tras esa frase de reproche y se había reafirmado con la ausencia de miradas de complicidad que solían darse cuando ella lo visitaba y él no podía escabullirse para perderse un rato.
El sabor a café y miel en sus labios regresaba a ella a diario. El sabor a fresa lo acompañaba a él. Por más que besaran otros labios, jamás se igualaría la química de esos momentos, de esos callejones perdidos, de esos instantes desvanecidos que recurrentemente regresaban con más fuerza…
Aún así, ninguno de los dos buscaría al otro. Había sido su única regla durante ese juego al que llamaban amor.
Había sido el único pretexto para no regresar a los brazos del otro con la boca llena de promesas y la cabeza llena de sueños, de planes a futuro, de la vida que planearon juntos pero que jamás sucedería.
Ella fingiendo vivir una vida que ya no era suya. Él caminando de la mano de mujeres que tropezaban por su camino y pronto se iban de él.
El ideal romántico tenía su realidad en ellos. La pareja perfecta que vivía sin vivir. Que trataba de hallar un camino y su destino lejos uno del otro.

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